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Intrudackshun
Claro que no está bién dejarse llevar por la desidia, yo todavía no he llegado a ese punto, pero si algo nos demuestra la historia es que la pasión por la tarea que uno realiza debe ser mirada con lupa. Puede ser tan grave el defecto como el exceso cuando se trata de poner celo en aquello a lo que uno se dedica, ya que en caso de pecar por vagancia podemos ser tachados de inconsistentes, laxos o débiles, y en el caso de pasarnos de la raya, podemos provocar una profunda insatisfacción en aquellos que nos rodean o que tienen la desgracia de compartir espacio con nosotros. Este último caso será el tema de la presente entrada, por eso hoy en tu blog favorito sobre música tradicional irlandesa, repasaremos la figura del músico con demasiada pasión por lo suyo.
Antecedentes históricos

Los orígenes de este tipo de especímenes se remontan a los anales de humanidad, recientes hallazgos arquelógicos han revelado que determinados cazadores de tribus africanas paleolíticas se lanzaban a la caza indiscriminada en domingo, en ausencia de sus compañeros, y sin licencia federativa. Extremo este que podría estar relacionado con la aparición de restos oseos de cazadores en lugares apartados de los enterramientos comunales, los expertos se esfuerzan actualmente en confirmar esta hipótesis.
Entre los músicos, los primeros vestigios de este tipo de fenómenos aparecen ya en la alta edad media y en el renacimiento. Se han encontrado testimonios gráficos en los que representan a artistas que tocaban melodías sin conocimiento, y que eran capaces de provocar convulsiones aquellos desafortunados que eran condenados por las autoridades religiosas a escucharlos para expiar sus pecados.


También es de sobra conocido, que durante los siglos XVIII y XIX, los músicos eran situados en primera línea de combate, al frente de los regimientos que marchaban contra el enemigo, con el objetivo de que estos absorbieran las bajas provocadas por la artillería enemiga, cumpliendo así la doble función de insuflar valor a los soldados a través de su música, y de servir como escudo a personas que desempeñaban un papel realmente relevante en la batalla.
De este modo, esta gente indeseable ha dejado una huella indeleble en la historia del hombre y por extensión en la historia de la música, y como no, podemos encontrarlos también a día de hoy en festivales, conciertos y sesiones, sobre todo en sesiones, de música tradicional irlandesa. A continuación, y tras un extenso trabajo de documentación y contraste con la experiencia personal, repasamos los casos más comunes de demasiada pasión por lo suyo en las sesiones de música tradicional irlandesa.
El intensito
El intensito es probablemente el tipo de indeseable más común en las sesiones, puede encontrásele pegado a la silla con su instrumento entre las manos, siempre a punto y expectante para llenar con un set el próximo milisegundo de silencio que pueda darse en la sala, y en casos aún más patológicos, dispuesto a robar el final del set que ha tocado otro, con 18 temas más que no vienen a cuento. El intensito no va a la barra a pedir una pinta, ya que los 45 segundos que eso le llevaría pueden coincidir con el momento en que se termine algún set o tema, y eso haría que él no pudiera tocar el siguiente, extremo este con el que nuestro héroe es incapáz de lidiar. El intensito no alterna, no comparte experiencias, no se fija en las chicas o en los chicos presentes en el garito, no respeta el turno de quien quiere cantar una canción, y está a la que salta para apuntar el nombre de todos y cada uno de los temas que no se sabe.

Este personaje solo quiere música, la necesita, la demanda cual politoxicómano, y en su infinita intensidad acaba por convertir la sesión en un guirigay incontrolable de temas inconexos, provocando en ocasiones la espantada de músicos que posiblemente tengan mucho más que aportar al grupo.
El Friki
Todo músico irlandés criado en la tierra del flamenco, los toros, el fútbol, los bares de tapas y las macrodiscotecas va a tener siempre un punto de friki, es este un hecho inevitable, pero el personaje que da nombre a este epígrafe va un punto más allá de tener una colección de cartas de magic, y en muchas ocasiones también va un punto más allá de la paciencia del resto de los músicos. Con notables problemas de autoestima aún por resolver, el friki se caracteriza por una marcada verborrea que en ocasiones sirve para tapar sus carencias musicales. Tiende a intentar relacionar el nombre o el origen de cada tema con alguna anécdota de un capítulo de naruto que solo él ha visto, y suele también contar historias sobre algún antepasado irlandés de dudosa exsitencia que nunca llegó a conocer.

de outlander tio!, me encanta!
El friki a veces también se disfraza para trasladar a sus compañeros una buena dosis de verguenza ajena, que se hace aún más potente cuando el susodicho se toma la tercera pinta, porque al contrario que en el caso del intensito, este por desgracia si alterna, a veces demasiado.
El friki suele ser una figura volátil en las sesiones, ya que la vida es corta y existen demasiadas series, videojuegos, paquetes de doritos, y mujeres que «stalkear» en redes sociales como para estar demasiado tiempo en un mismo sitio. Lo veréis aparecer y como tal desaparecerá hasta que encuentre el siguiente grupo de gente con una afición común al que fastidiar.
El clasicorro
Dícese de la persone que habiendo estudiado en el conservatorio, se digna a bajar a la cloaca inmunda en la que viven los músicos de sesión, a los que en un alarde de sapiencia y buen hacer les regala una ínfima parte de sus vastos conocimientos.

El clasicorro es mejor que tú y lo sabe, el clasicorro toca a Bach, a Frescobaldi y Gasparini, así que tus repetitivos temas de Padraig O’Keeffe no le impresionan. El clasicorro te mirará siempre por encima del hombro, a ti y a tu 0.00000000000001 Mhz de desafine en el do de la tercera octava, y le recomendará al pianista que lleva 40 años acompañando sesiones que haga una inversión del acorde de sol menor con una séptima aumentada en lugar del clásico y aburrido «bumping» que lleva tocando toda la vida.
El clasicorro es capaz de tocar 400 millones de temas seguidos gracias a sus partituras, pero lo hará con una asombrosa falta de flow, ya que el flow no se puede escribir en una partitura, se siente bro. En su lugar, tiende a interpretar los temas de forma robótica y despersonalizada, a veces acelerada y falta de gusto.
El académico
Si tuviera que relacionarme a mi mismo con alguno de los despojos humanos a los que cito en este artículo, sin duda alguna sería el académico, todo este blog es un claro ejemplo de fastuoso ejercicio de pedantería y exhibicionismo innecesario, que tiene como único fin el del más descarado e inmisericorde autobombo.

El académico siempre tendrá una lección para ti, sabe cuando como y porqué se compuso un determinado tema, la página exacta del O’Neills en la que está el reel que estás tocando, y la marca de desodorante que Paddy Killoran usaba en 1927 para mitigar el olor a sobaco que emanaba de su peluda axila, tras tocar el fiddle durante siete horas seguidas en un garito de mala muerte del Nueva York de los años locos.
No, a nadie le importa lo que el académico tiene que contar, pero eso a él le da igual, te lo va a contar igualmente, y lo hará siempre de la forma más incómoda posible y sin reparar en la en la pertinencia de sus explicaciones.
El del whistle
En dura rivalidad con el del Bodhran, asunto a parte que debe ser tratado en una entrada completa de este panfleto, el tio del whistle es capaz de convertirse por si solo en la mayor pesadilla de los nervios auditivos de cualquier ser humano, y si este músico se mueve en manada y va a acompañado de la clásica filarmónica de tin whistle que puede encontrarse en algunas sesiones, ya tenemos el lio montado.
Para perpetrar semejante atentado tan solo se necesita uno o varios whistles baratos de latón o plástico, de los que desafinan condenadamente, un escaso oido musical, y muy poca vergüenza. El desastre está asegurado, al cabo de unos minutos el ambiente musical habrá llegado al paroxismo más absoluto, con unas aterrantes notas afinadas en 950 Mhz, y una cascada de babas mezcladas con guiness que desde el bisel del intrumento, se proyectan en todas direcciones para impactar sobre músicos, asistentes y mobiliario.

En este punto, creo que es necesario aclarar que los autores de este blog no estamos en contra del instrumento en si, si no de su uso como arma de destrucción masiva, y en general de la acumulación excesiva y sin sentido de whistles que se da en algunas sesiones.
Kids with accordions and banjos

Este último especimen es más común en Irlanda que en España. Allí los pubs suelen contratar a estos chavales para amenizar el ambiente y atraer a los grupos de turistas japoneses que pasan por la calle, ya que tienen bajas expectativas económicas, aún no han desarrollado una fuerte dependencia del alcohol y solo necesitan el dinero para comprar juegos de play station, así que están dispuestos a tocar durante diez horas seguidas por treinta euros y un bocata de mortadela. Un negocio redondo para el dueño del pub.
Por contra, estos nenes que suelen rondar entre los 13 y 15 años, suelen tocar a toda pastilla, sin reparar en adornos ni acentuaciones, y con la energía que les proporcionan las latas de medio litro de red bull y la mortadela, enlazan set tras set sin parar ni un solo segundo. Si tu, pobre infeliz, intentas unirte a ellos, tan solo conseguirás provocarte múltiples fracturas digitales, una gran sensación de frustración, y por que no decirlo, una pequeña violación de tu ego.
Discusión
Tras este torrente de información y de poca consideración hacia el prójimo, podemos observar que la fauna sesionera es variada y peculiar, aunque al margen de generalizaciones y de estereotipos, tenemos que admitir que normalmente el músico de sesión es cabal, tranquilo y respetuoso con los demás y con el ambiente de la sesión, y que en caso de aparecer alguna persona que no termina de entender que en la mesura y el respeto está la clave de la convivencia, suele tratarse de alguien con alguno o varios de los rasgos citados anteriormente, rara vez encaja con un único perfil, y me incluyo.
Una sesión debería ser un espacio de diversión, donde compartir la emoción de la música, la cultura y el placer de la compañia, nunca una amalgama de temas sin sentido en el que los participantes solo se miran unos a otros con la intención de se callen para poder empezar a tocar ellos. Con esto no pretendemos establecer dogmas de comportamiento ni de educación en las sesiones, lejos de ello, estamos totalmente a favor de que la gente se exprese y de que invierta su escaso tiempo libre como mejor le plazca. Tan solo queremos señalar que de la misma manera que unos son libres de hacer lo que quieran, otros también son libres de no estar en un sitio en el que no se sienten cómodos, y que a la larga, el café para todos puede acabar provocando que cada uno se busque su propia esquina o su propio agujero en el que encontrar a dos o tres compañeros con los que poder tocar cómodamente. Esto último no lo digo de oidas, lo he hecho en algún lugar atestado de músicos.
Resultados
A tenor de los datos expuestos en el presente trabajo, podemos concluir que todo contacto social puede ser irritante para aquellas personas que no son muy amantes del contacto social.
Bibliografía
- Meier, L. Μ. (2017). In excess? Body genres,» Bad» music, and the judgment of audiences. In Pop Music and Easy Listening (pp. 119-139). Routledge.
- Kaul, A. R. (2007). The limits of commodification in traditional Irish music sessions. Journal of the Royal Anthropological Institute, 13(3), 703-719.
- Tolmie, P., Benford, S., & Rouncefield, M. (2016). Playing in Irish music sessions. In Ethnomethodology at play (pp. 227-256). Routledge.
- Bushong, D. J. (2002). Good music/bad music: Extant literature on popular music media and antisocial behavior. Music Therapy Perspectives, 20(2), 69-79.